Dolores Márquez Romero de Onoro, (1817-1904) nació en Sevilla en 23 de diciembre. Bautizada pocos días después en la misma pila bautismal que Diego de Silva y Velázquez, ya en la infancia experimentó la separación de su padre, Alonso Márquez Lechuga, juez liberal y constitucionalista que fue desterrado a Portugal en una de las múltiples guerras entre carlistas e isabelinos, en que abundó el siglo XIX.
Sufrió viendo que, a su vuelta de Portugal, su padre era seguido constantemente por un policía; hasta que viéndose que no entraba en asociaciones políticas, fue repuesto como secretario del Ayuntamiento de la Puebla de los Infantes.
Cuando Dolores contaba 10 años falleció la madre, Catalina Romero de Onoro y Lora, natural de Constantina (Sevilla), y al igual que Alonso, procedente de una familia de terratenientes.
Habiendo recibido educación cristiana, Dolores asume, a sus diez años, la responsabilidad de ser, como su padre le dice: “La Señora de la Casa”. Y comienza a vivir, de alguna manera, la maternidad que más adelante le caracterizará en el trato con las mujeres más maltratadas por la sociedad.
La reposición de Don Alonso a antiguos cargos en el Registro Civil de Sevilla, devuelve a la familia, ya difunta la madre, a Sevilla.
Una larga enfermedad que consume los recursos económicos familiares, acabará con la vida del padre, y dará ocasión a Dolores para ejercitarse en la entrega sin condiciones a los demás que ya desde entonces le caracterizará.
Muerto Don Alonso, las cuatro hijas irán a Constantina, donde reside la familia materna, que se hará cargo de ellas.
Fallece la hermana menor con 20 años y las otras dos hermanas se casan. Todo durante el primer año de su estancia en Constantina. Después Dolores permanecerá al lado de sus tíos, ya ancianos, ocupándose de ellos hasta el final de sus vidas.
Durante este tiempo, que abarca cerca de veinte años de su vida, practicará la caridad y la paciencia, compartiendo su vida familiar con la participación en la “Escuela de Nuestra Señora de los Dolores”, establecida en Constantina, y de la que es miembro activo hasta un año después del fallecimiento de la última de sus tíos.
Un año en soledad (tiene cuarenta y seis de edad) y el convencimiento de la llamada de Dios a vivir en el claustro la lleva a Sevilla, donde ha pedido entrar en el convento de Carmelitas Descalzas.
Pero una amiga de su infancia (Dª Josefa Blanco), catequista de una Congregación de seglares fundada por el presbítero D. Francisco García Tejero, joven sacerdote de 25 años, para extender el catecismo por todas las parroquias y corrales de Sevilla, se lo presenta y le anima a confesar con él.
El P. Tejero, viendo la calidad humana y cristiana de Dolores, le invita a acercarse a la Casa que, para acoger y formas a jóvenes que deseaban abandonar la prostitución, ha fundado el 22 de julio de 1859. Así, Dolores cambia claustro y silencio por “Casa de arrepentidas”, donde formará familia, con Rosario Muñoz (otra catequista) y con las jóvenes que, cada vez en mayor número, van acercándose a la casa.
Conociendo que es voluntad de Dios que se forme congregación, lo hace, junto con el P. Tejero, dando así origen a la Congregación de Religiosas Filipenses Hijas de María Dolorosa. Dirige la Congregación desde sus orígenes, y mueve cielo y tierra hasta conseguir de la reina Isabel II la aprobación civil de la Congregación (año 1871) y una casa, en la que no llegaran a residir. Para ello viaja en varias ocasiones a Madrid y la Granja. Se entrevista con la reina y con multitud de personas de la nobleza y la política, granjeándose el afecto de muchos de ellos; pues era su trato igual para con nobles y plebeyos.
La revolución “gloriosa” (septiembre de 1868) la sorprende en Madrid, y siente silbar las balas sobre su cabeza, hasta que consigue llegar a la pensión en que se alojaba.
Esta revolución, que expulsará a los Sacerdotes del Oratorio de San Felipe Neri de Sevilla (congregación a la que pertenecía el P. Tejero), será la que pocos meses después (en mayo de 1869) ceda a la “Casa de Arrepentidas” y a la Congregación el convento de Santa Isabel, lugar espacioso en el que podrán, a partir de ese momento, llevar a cabo los tres principales apostolados que el Espíritu Santo ha manifestado debe realizar la Congregación: la acogida y formación de las jóvenes arrepentidas (levantar al caído); la apertura del primer colegio gratuito existente en Sevilla (prevenir) y la apertura de una casa de Ejercicios Espirituales para mujeres (acompañar). Siendo pioneras en las tres actividades.
Por cerca de veinte años regirá la Congregación; que durante ese tiempo se extenderá por otras capitales y ciudades andaluzas: Jerez de la Frontera, Córdoba (con dos casas), Antequera, Málaga, y, por último, en 1892) en Cádiz.
Fueron las mismas niñas comenzaron a llamar “Madre”, cuando en los orígenes Madre Rosario y ella misma eran verdaderas madres de las jóvenes “arrepentidas”.
Diferentes opiniones en cuanto a la manera de dirigir la congregación ocasionan que en el año 1869, Madre Salud Rubio y Sedor sea elegida “Prepósita”, superiora de la Congregación.
Comienzan para Madre Dolores en ese momento cerca de 20 años de martirio; pues las religiosas no sólo la envían a Málaga, que entonces distaba tres días de viaje en tren desde Sevilla; sino que cuando el obispo de Sevilla (ya en 1890) ordena que la traigan a la Casa Madre de la Congregación, pues “una fundadora no puede estar sino en la Casa Madre”, las religiosas, que no acuden a esperarla a la estación, la recluyen en un cuarto trastero (que llamaban “De profundis” por estar situado sobre el cementerio de las monjas sanjuanistas que vivieron anteriormente en el convento), en el que instalan una cama para ella sin sacar los “trastos”.
Son pocas las que acuden a ella en esos momentos, el miedo es grande en la congregación. Pero ella ha hecho una opción: AMAR, y amar siempre y a todos.
Por eso soporta con paciencia, humildad y dulzura todo lo que le hacen, pues ha ofrecido su vida por la familia (religiosas, acogidas y educandas). A tal punto llega la profundidad de ese amor, alimentado por una oración profunda y por la meditación de los misterios de Cristo en los siete dolores de Nuestra Señora.
Ella no se queja, todo está bien; y tampoco permite que nadie juzgue lo que le están haciendo; pues “todas son mis hijas, y a todas las amo con el más tierno amor de madre”.
Nuevamente es el beato Marcelo Spínola quien, tras mucho tiempo esperando la autorización para verla, indica a la nueva superiora que “así no se puede tener a una persona humana”.
Tras larga y penosa enfermedad, en la que en ningún momento se le oyó quejarse, y deseando encontrarse con el “Dios de las misericordias” en la “glorieta del cielo”, muere con ochenta y siete años de edad.
Cayó su memoria en el olvido de las hermanas, que quemaron documentos comprometedores para las que habían hecho eso, y no permitieron que se hablara de ella en muchos años.
Hoy Roma ha reconocido que vivió en grado heroico todas las virtudes cristianas, hasta ser mártir del amor; y el santo padre Benedicto XVI ha firmado el decreto por el que se la reconoce Venerable.
OBRAS DE DOLORES MÁRQUEZ ROMERO DE ONORO:
Documentos autógrafos, Sevilla, Publicaciones FMD, 1981
Madre, (Selección de textos tomados de sus escritos, con comentarios de MARÍA DE FÁTIMA VALSECA), Sevilla, Publicaciones FMD, 1977
OBRAS DE OTROS AUTORES:
DOLORES BOST Y CONTRERAS, Biografía de Madre Dolores Márquez, Sevilla, Publicaciones FMD, 1928
JOSÉ ROCA Y PONSA: Biografía de Madre Dolores, Sevilla, Publicaciones FMD, 1942
Mª TERESA MUÑOZ DE TORO, La sierva de Dios M. Dolores Márquez, Sevilla, Publicaciones FMD, 1942
CARLOS ROS CARBALLAR, Dolores Márquez, Sevillana del XIX, Sevilla, Publicaciones FMD, 1978
SOR CRISTINA DE ARTEAGA, Madre Dolores Márquez, Sevilla, Publicaciones FMD, 1979
MARÍA DE FÁTIMA VALSECA, Amando Siempre, Madrid, Folletos “Con Él”, 1988
MARÍA DE FÁTIMA VALSECA, Positio super virtutivus, Ciudad del Vaticano, 1992
Para obtener la intercesión de la Venerable Madre Dolores Márquez Romero de Onoro Fundadora de la
Congregación de Religiosas Filipenses Hijas de María Dolorosa.
Señor, Dios todopoderoso,
que concediste
a Madre Dolores, tu sierva,
la gracia de llevar a cabo
la Fundación de un Instituto
en tu Iglesia.
Dígnate manifestar su intercesión ante Ti,
al concedernos la gracia que pedim
Especialmente que,
a imitación suya,
uemos siempre la gloria de Dios
y la salvación de las almas.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
(Se dice la gracia que se desea recibir)
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Madre Dolores, intercede por nosotros.